Uno de estos días mientras caminaba por San José, ¡o Dios mío!, me sentí parte de una sociedad narcisista, cuando un joven de más o menos 22 años estaba conversando con otro y le decía "que dicha que nosotros somos Ticos porque somos blancos, somos guapos y no hablamos como Nicas", pero, ¿en que estamos pensando?.
Aquella decepcionante escena me recordó la historia de Narciso, que Paulo Coelho nos receta al principio de su libro El alquimista, que dice así:
“Un hermoso joven que todos los días iba a contemplar su propia belleza en un lago, estaba tan fascinado consigo mismo, que un día se cayó dentro del lago y se murió ahogado. En el lugar donde cayó, nació una flor, que fue llamada narciso”.

Sí, cuando escuché las palabras de aquel joven me sentí en un mundo narcisista, lo peor, es que aquellas palabras son el reflejo de toda un sociedad que se tomó muy en serio lo de “suiza centroamericana”, que se creyó producto de una colonización Inglesa, solo falta que se empiecen a poner lentes de contacto azules y se tiñan el cabello rubio, para sentirse como los “gringos” de Centroamérica, o como la flor de narciso.
Esperanzas aparte, pongamos los pies en la tierra, seamos realistas, recordemos que nosotros a mucha honrra, somos una cultura producto de los indígenas, que se formó una identidad de “pura vida” ante el mundo, pero, que ese mundo no se reduzca a los turistas europeos y norteamericanos, que sea también para nuestros hermanos centroamericanos que tanto la necesitan.
Dejemos de ser narcisistas, para los que no saben que significa, el término es sinónimo de egocentrismo y antónimo de humildad, es sinónimo de “ticos” y antónimo de nicaragüenses, ¡por lo menos eso parece!
Terminemos esta historia con otro final, como el que le dio Oscar Wilde, a la historia de Narciso que dice: “cuando Narciso murió, las diosas del bosque vieron al lago llorando, le preguntaron por que lloraba, el lago les respondió, lloro por que cada vez que él (Narciso) se inclinaba sobre mis márgenes yo podía ver, en el fondo de sus ojos, mi propia belleza reflejada”.
Reflejemos el orgullo de ser centroamericanos, con la humildad de ser “ticos”.
Aquella decepcionante escena me recordó la historia de Narciso, que Paulo Coelho nos receta al principio de su libro El alquimista, que dice así:
“Un hermoso joven que todos los días iba a contemplar su propia belleza en un lago, estaba tan fascinado consigo mismo, que un día se cayó dentro del lago y se murió ahogado. En el lugar donde cayó, nació una flor, que fue llamada narciso”.

Sí, cuando escuché las palabras de aquel joven me sentí en un mundo narcisista, lo peor, es que aquellas palabras son el reflejo de toda un sociedad que se tomó muy en serio lo de “suiza centroamericana”, que se creyó producto de una colonización Inglesa, solo falta que se empiecen a poner lentes de contacto azules y se tiñan el cabello rubio, para sentirse como los “gringos” de Centroamérica, o como la flor de narciso.
Esperanzas aparte, pongamos los pies en la tierra, seamos realistas, recordemos que nosotros a mucha honrra, somos una cultura producto de los indígenas, que se formó una identidad de “pura vida” ante el mundo, pero, que ese mundo no se reduzca a los turistas europeos y norteamericanos, que sea también para nuestros hermanos centroamericanos que tanto la necesitan.
Dejemos de ser narcisistas, para los que no saben que significa, el término es sinónimo de egocentrismo y antónimo de humildad, es sinónimo de “ticos” y antónimo de nicaragüenses, ¡por lo menos eso parece!
Terminemos esta historia con otro final, como el que le dio Oscar Wilde, a la historia de Narciso que dice: “cuando Narciso murió, las diosas del bosque vieron al lago llorando, le preguntaron por que lloraba, el lago les respondió, lloro por que cada vez que él (Narciso) se inclinaba sobre mis márgenes yo podía ver, en el fondo de sus ojos, mi propia belleza reflejada”.
Reflejemos el orgullo de ser centroamericanos, con la humildad de ser “ticos”.