Manuel Avendaño Arce.
El límite entre la verdad y la mentira es tan delgado que muchos no se dan cuenta cuando brincan de uno para caer en el otro.
Stephen Glass, experiodista de la revista estadounidense The New Republic, una de las publicaciones más prestigiosas de país, saltó con tan gracia el límite, que consiguió llevar la mentira y el engaño, a la realidad de todos los lectores.
Por supuesto, cuando un periodista no dice la verdad deja de ser periodista por que pierde su credibilidad, o sea todo su trabajo no sirve de nada.
Cuando estudiamos periodismo lo primero que nos enseñan en la universidad es a nunca mentir, para que no perdamo la credibilidad, pero bueno ¿cuantos los aprenden?...

Por supuesto, cuando un periodista no dice la verdad deja de ser periodista por que pierde su credibilidad, o sea todo su trabajo no sirve de nada.
Cuando estudiamos periodismo lo primero que nos enseñan en la universidad es a nunca mentir, para que no perdamo la credibilidad, pero bueno ¿cuantos los aprenden?...
Si nadie cree lo que le decimos, entonces para que lo hacemos.
Panorama opuesto, a lo que dibujó Glass, que escribió historias tan fascinantes e ingeniosas que no parecían reales, pero, la gente las creía ya que estaban respaldadas por la credibilidad de la revista.
Historia tras historia, Stephen Glass se consolidaba entre los lectores, cada semana su nombre aparecía en la portada con el titular de su nueva gran historia.
“Hackers heaven” (el paraíso de los hackers), fue el título de su última historia, la que descubriría la mentira del escritor.
Toda la historia era mentira, nunca entrevistó a nadie, nunca existieron los lugares mencionados, los personajes eran ficticios, nunca hubo historia.
Después de descubrir esto, se investigaron otros trabajos de Glass, en cada uno se descubrían grandes mentiras periodísticas, pero, grandes creaciones literarias.
Es cierto que Stephen Glass perdió su credibilidad y faltó a la ética periodística, realidad que indigna a muchos, pero, sus historias sirvieron para entretener a la gente que las disfrutaba, se puede decir que tenía ingenio de escritor y no de periodista.
No le doy con esto importancia al entretenimiento que suplante al periodismo real, sino, le doy importancia a no perder la verdad nunca, por que actualmente existen muchos “fabuladores” que manipulan o engañan aprovechándose de la credibilidad que tienen sus medios.
Mejor antes de faltar a la ética, les ruego como periodista que se hagan escritores, antes de mentir.
Panorama opuesto, a lo que dibujó Glass, que escribió historias tan fascinantes e ingeniosas que no parecían reales, pero, la gente las creía ya que estaban respaldadas por la credibilidad de la revista.
Historia tras historia, Stephen Glass se consolidaba entre los lectores, cada semana su nombre aparecía en la portada con el titular de su nueva gran historia.
“Hackers heaven” (el paraíso de los hackers), fue el título de su última historia, la que descubriría la mentira del escritor.
Toda la historia era mentira, nunca entrevistó a nadie, nunca existieron los lugares mencionados, los personajes eran ficticios, nunca hubo historia.
Después de descubrir esto, se investigaron otros trabajos de Glass, en cada uno se descubrían grandes mentiras periodísticas, pero, grandes creaciones literarias.
Es cierto que Stephen Glass perdió su credibilidad y faltó a la ética periodística, realidad que indigna a muchos, pero, sus historias sirvieron para entretener a la gente que las disfrutaba, se puede decir que tenía ingenio de escritor y no de periodista.
No le doy con esto importancia al entretenimiento que suplante al periodismo real, sino, le doy importancia a no perder la verdad nunca, por que actualmente existen muchos “fabuladores” que manipulan o engañan aprovechándose de la credibilidad que tienen sus medios.
Mejor antes de faltar a la ética, les ruego como periodista que se hagan escritores, antes de mentir.
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